lunes, 2 de mayo de 2011

BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

EL PINTOR DE PINTORES


Hace muchísimos años atrás, cuando era una niña, soñé que estaba en un lugar muy amplio y de techos muy altos en donde contemplaba un hermosísimo cuadro con dos niños.
La pureza y la inocencia de los rostros de esos niños me conmovieron profundamente y cada vez que recordaba el cuadro de mi sueño sentía una serenidad y una placidez incomprensibles. No fueron pocas las veces que me vi a mi misma frente al cuadro y mi admiración por el mismo aumentaba. Lo que me sucedía era algo inexplicable, era algo que llegaba al límite de lo mágico.

Mi mundo de fantasía de entonces era rico y vasto como lo era el de mis hermanas, ellas y yo, a pesar de nuestra diferencia de edades, disfrutábamos de los cuentos para niños.
Esos cuentos infatiles,  muchas veces tontos a los ojos de los adultos,  que nos motivaron a dar rienda suelta a nuestra imaginación y nos abrieron las puertas de parajes remotos y mundos mágicos en donde solíamos ser desde flores, hasta pájaros o mariposas, desde heroínas, brujas, hadas, muñecas y doncellas indígenas hasta princesas  de castillos encantados. Juntas solíamos inventar  historias, definíamos con lujo de detalles como iban a ser los personajes y luego convertíamos en escenario la habitación de la paciente abuela María, quien alentaba y apoyaba nuestras ideas con gran placer. Ni siquiera a ellas me atreví a contarles el secreto de mi sueño.

Mi padre fué de forma casual el primero en saberlo. Hojeaba uno de los libros de una colección recién llegada de España, cuando yo, al ver una de las imágenes exclamé : yo ví ese cuadro en el museo.
La respuesta de mi padre no se dejó esperar, me miró un tanto asombrado y alentador me dijo: si lo has soñado es porque  lo verás en algún museo.

Con el correr de los años mis hijos y yo  visitamos el Museo del Prado y  pudimos contemplar las obras de este exepcional pintor de pintores.  Allí, frente a "Los niños de la concha" me desbordó un goce indescriptible y sentí la misma serenidad y placidez  que había sentido de niña cuando en mi sueño contemplé el mismo cuadro por primera vez.
Ese día, mi sueño y las palabras proféticas de mi padre se hicieron realidad.

Hasta la próxima,
Silvia


© Copyright of Text- Silvia Regueira Craviotto

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